Blanco Nieve y los siete tranzitas
- Rubén Oscar Estanga
- Nov 28, 2016
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Harto de que sus compañeros del Instituto de Menores lo discriminaran por su color, Blanco Nieve se fugó un miércoles por la noche. No fue noticia. Mitad porque no tenía familiares, mitad porque la prensa estaba ocupada en cubrir la marcha de apoyo a los derechos de la rana (en clara confrontación al lobby de raneros) y se acercaban los cuartos de final del mundial de tejo femenino en Bosnia. Tal vez el adolescente aprovechó estos temas que mantenían en vilo a la opinión pública argentina y huyó hacia el sur.
Tras una sucesión de infortunados sucesos en el conurbano, Blanco Nieve llegó a la "Ciudad de las Diagonales". Caminó por la 1 hasta que anocheció. Unas figuras difusas interrumpieron su paso. El joven se asombró al ver a alguien muy parecido a Navarro Montoya luciendo minifalda que lo increpó al grito de: -"Chifle o pete".
"Plata no tengo"- dijo Blanco.
"Entonces te adoptamos como mula" -respondió uno de los hombres mientras se acomodaba el corpiño.
Así, entre ceviches, petes y chifles comenzó la nueva vida del muchacho. Todo iba más o menos bien hasta que un patrullero se le acercó en la diagonal... Media hora tardó en ablandarse. Frente al taquero, no dudó en mandar presos a los siete tranzas con pitos y minifaldas...
Por una semana, la zona roja tuvo siete trapos menos. Blanco Nieve comenzó a vender la cortada en la seccional. Su final era inminente. Un lunes, cuando volvía a la pensión, escuchó: "Chifle o pete". Al día siguiente, el cuerpo del adolescente apareció colgado de la estatua de Domingo Cavallo.
"Muerte por estrangulamiento" -dijo el parte médico.
"Ni un Blanco Nieve menos" - decía el volante que repartía una supuesta abuela del finado y flamante presidenta de la ADHNC (Asamblea por los Derechos Humanos de los Niños de la Calle) que al cierre de este cuento, tramitaba un subsidio del gobierno provincial.

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